RECORDANDO a ANTHONY DE MELLO (10): conciencia corporal

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Por Juan Miguel Batalloso Navas

Después de haber leído el libro de Anthony de Mello Shadana, un camino de oración y haber practicado diversos ejercicios que en él se proponen, no salgo de mi asombro y mi profundo rechazo al hecho de que la obra de este hombre siga siendo motivo de anatema y de condena por parte de la Iglesia Oficial y su moderna Inquisición representada por la Congregación para la doctrina de la fe , rechazo, que no solo expreso por lo que supone de intimidación, condena, negación y desprecio por la obra de un ser humano fallecido que nunca tuvo la posibilidad de defenderse, sino también porque Anthony de Mello es y seguirá siendo siempre uno de los más grandes místicos de nuestro tiempo.

Aunque en mis lecturas de esta apasionante y sensible obra no me he detenido mucho en los numerosos ejercicios dedicados a la oración, lo cierto es que de todas las obras que he leído, además de ser la más práctica, porque en realidad es un compendio de ejercicios psicológicos, espirituales y religiosos es también en la que más se menciona la palabra Dios, que aparece nada menos que 269 veces. Es, digámoslo así, como la más pronunciadamente cargada de espiritualidad cristiana, pero no por ello exenta de valor para aquellas personas que como yo intentamos buscar y desarrollar una espiritualidad laica sin estar vinculada a imágenes y prácticas devocionales. En este punto, Anthony de Mello distingue algo que me parece de sumo interés: la diferencia que existe entre la oración de devoción y la oración de contemplación:

«…En repetidas ocasiones he distinguido entre oración y contemplación. Es posible también expresar esta distinción hablando de dos tipos de oración, la de devoción y la intuitiva. La oración intuitiva coincidiría aproximadamente con lo que yo llamo contemplación. La oración devota con lo que denomino oración. Ambas formas de oración llevan a la unión con Dios. Cada una de ellas se acomoda mejor a las necesidades de unas personas que de otras. Incluso una misma persona puede comprobar que la misma forma de oración se adapta mejor a sus necesidades en unos momentos que en otros.
La oración de devoción está, también relacionada íntimamente con el corazón. En efecto, una oración que se limitase a la mente dejaría de ser oración. Serviría, a lo sumo, de preparación a la oración. Incluso en el plano puramente humano no existe comunicación personal genuina si no está dotada, al menos en grado mínimo, de comunicación cordial, de una dosis, aunque sea pequeña, de emoción. Si la comunicación, la participación de pensamientos, carece por completo de emoción, puedes estar seguro de que está totalmente ausente la dimensión personal, íntima. En tal caso no hay una comunicación que lleve a la intimidad…» 1 Ref.DE MELLO, Anthony. Sadhana. Un camino de oración. Sal Terrae. Santander, 1998, Pág.21


En cualquier caso y sin entrar en disquisiciones acerca de la palabra Dios y de si Jesús, el hijo del carpintero fue o no Dios, algo que desde luego a mí no me interesa ni me preocupa, lo cierto es que la lectura de este libro y la asidua práctica de algunos de sus ejercicios, además de emocionarme me han permitido entrar en una especie de sosiego y tranquilidad que de algún modo me han ayudado a vivir el presente de una forma agradecida. Uno de esos ejercicios es el que transcribo a continuación, el cual Anthony de Mello considera que, junto al ejercicio anterior de la Respiración, son la base inicial para acceder a la Contemplación, asunto que abordaré en un próximo artículo.

Así que aquí os dejo con el texto de Anthony de Mello con la esperanza de que lo podáis disfrutar igual que lo he disfrutado yo.

Ejercicio 2. SENSACIONES DEL CUERPO
Sitúate en una posición que te resulte cómoda y relajante. Cierra los ojos.
Voy a pedirte que te hagas consciente de determinadas sensaciones corporales que sientes en estos momentos, pero de las que no te das cuenta de manera refleja…
Cae en la cuenta del roce de tu ropa en tus hombros… Ahora del contacto que se produce entre tu ropa y tu espalda, del contacto de tu espalda con el respaldo de la silla en la que estás sentado… Percibe la sensación de tus manos cuando se juntan o reposan en tu regazo… Hazte consciente de la presión que tus muslos y nalgas ejercen sobre la silla… Cae en la cuenta de la sensación de tus pies al tocar los zapatos… Ahora hazte consciente reflejamente de la postura en la que estás sentado… De nuevo: tus hombros… tu espalda… tu mano derecha… tu mano izquierda… tus muslos… tus pies… la posición en que estás sentado…
Otra vez: hombros… espalda… mano derecha… mano izquierda… muslo derecho… muslo izquierdo… pie derecho… pie izquierdo… tu posición en la silla…
Continúa girando en tomo a ti mismo, pasando de una parte de tu cuerpo a otra. Procura no detenerte en cada parte durante más de dos minutos, hombros, espalda, muslos, etc. Pasa continuamente de uno a otro…
Puedes concentrarte en las partes del cuerpo que yo he mencionado o en aquellas otras que tú desees: cabeza, cuello, brazos, tórax, estómago… Lo verdaderamente importante es que llegues a captar el sentir, la sensación de cada parte; que la sientas durante uno o dos segundos y que pases a otra parte del cuerpo…
Cuando hayan pasado cinco minutos, te invitaré a que abras los ojos despacio y pondremos fin al ejercicio.
Este ejercicio sencillo produce en la mayoría de las personas una sensación inmediata de relajación. En bastantes grupos, cuando propuse por primera vez este ejercicio, algunas personas se relajaron de tal manera que cayeron en un sueño profundo.
Uno de los enemigos más poderosos de la oración es la tensión nerviosa. Este ejercicio trata de ayudarte a dominarla. La fórmula es muy sencilla: te relajas cuando llegas a tus sentidos; cuando tomas conciencia lo más plenamente posible de las sensaciones de tu cuerpo, de los sonidos o ruidos que te rodean, de tu respiración, del sabor de lo que tienes en la boca.
La inmensa mayoría de las personas viven excesivamente en sus cabezas: tienen en cuenta los pensamientos y fantasías que emergen en ella pero son muy poco conscientes de la actividad de sus sentidos. Por esta forma de proceder, rara vez viven en el momento presente. Se sitúan casi siempre en el pasado o en el futuro. En el pasado lamentando viejos errores, sintiéndose culpables de antiguos pecados, complaciéndose morosamente en triunfos pasados, recordando injurias que alguna persona les causó. O en el futuro temiendo posibles calamidades y desgracias, anticipando futuras alegrías o soñando con acontecimientos venideros.
Recordar el pasado para aprovechar sus lecciones o para gozarnos de nuevo, anticipar el futuro para planificar de forma realista, es válido a condición de que no nos mantenga alejados del presente durante demasiado tiempo.
Para tener éxito en la vida de oración es decisivo desarrollar la capacidad de entrar en contacto con el presente y de permanecer en él. Y el mejor método que yo conozco para permanecer anclado en el presente es abandonar la cabeza y volver a los sentidos.
Siente el calor o el frío de la atmósfera que nos rodea. Percibe la brisa que acaricia tu cuerpo. El calor cuando el sol entra en contacto con tu piel. El tejido y temperatura del objeto que tocas… y nota la diferencia.
Observa cómo retornas a la vida a medida que te insertas en el presente. Cuando hayas dominado esta técnica de tener en cuenta los sentidos, te sorprenderás de los cambios que se producen en ti si eres de las personas que sienten frecuentemente tristeza frente al futuro o culpabilidad frente al pasado.
Una palabra sobre el «salir de la cabeza»: la cabeza no es buen lugar para hacer oración… Pero no es un mal sitio para comenzarla. Si tu oración permanece durante demasiado tiempo en la cabeza y no pasa al corazón, se tomará árida y se convertirá en algo tedioso y desalentador. Debes aprender a salir del campo del pensamiento y de la locución y emigrar a los dominios de los sentimientos, de las sensaciones, del amor, de la intuición. Ese es el lugar donde la contemplación nace y donde la oración se convierte en poder transformante y en fuente inagotable de felicidad y de paz.
Es muy posible que algunas personas -muy pocas- sientan, como resultado de este ejercicio, no relajamiento y paz, sino aumento de tensión. Si te sucede esto, conciencia tu tensión nerviosa. Observa cuál de las partes de tu cuerpo se halla en tensión. Percibe con exactitud las características de la misma. Hazte consciente de que eres tú quien produce la tensión en ti mismo y observa cuidadosamente cómo lo haces.
Cuando empleo la palabra observar no me refiero a la reflexión, sino a las sensaciones y a los sentimientos. No puedo repetir en cada línea que en este ejercicio se trata de sentir, no de pensar. Existen personas que, cuando se les dice que sientan sus brazos o sus piernas o sus manos, no las sienten realmente. Se limitan a reproducir mentalmente alguno de esos miembros. Conocen dónde están situados y se limitan a tomar nota de ese conocimiento. Pero no llegan a sentir realmente los miembros. Mientras que otras personas son capaces de sentir, éstas no. A lo sumo, logran una reproducción mental.
El medio más adecuado para superar este defecto (y para asegurar que no tomas una reproducción mental por la experiencia de un sentimiento) es tratar de captar el mayor número posible de sensaciones en cada uno de estos miembros: hombros, espalda, muslos, manos, pies. Esto te ayudará, además, a sintonizar con personas que no sienten sus miembros. Descubrirás probablemente que sólo una parte mínima de la superficie de tus miembros produce sensaciones al principio. No percibirás sensación alguna en áreas amplias de tu cuerpo. Esto se debe a que tu sensibilidad ha quedado adormecida por vivir demasiado en tu cabeza.
La superficie de tu piel está cubierta con trillones de reacciones bioquímicas a las que llamamos sensaciones y, mira por dónde, a ti te cuesta trabajo encontrar unas pocas. Has endurecido tu capacidad para sentir, quizás como consecuencia de algún daño emocional o de un conflicto que has olvidado hace mucho tiempo. Y tu percepción, tu consciencia, tu poder de concentración y de atención están sin cultivar, subdesarrollados.
En otro lugar expondré la relación que existe entre este ejercicio y la oración. Indicaré también cómo, para muchas personas, este ejercicio en sí mismo es una forma de contemplación. Por el momento, bástenos recordar que es una preparación para la oración y contemplación, un medio para relajamos y conseguir la quietud, condiciones imprescindibles para orar.
Cierra de nuevo los ojos. Entra en contacto con las sensaciones que se producen en diversas partes de tu cuerpo.Lo ideal sería que no pensases en las diversas partes de tu cuerpo concibiéndolas como manos, piernas o espalda, sino que pasases de una sensación a otra sin etiquetar ni nombrar los miembros u órganos que sientes.
Si adviertes un impulso a moverte o a cambiar de posición, no consientas. Limítate a tener en cuenta esa incitación y la molestia corporal que origina, quizás, ese impulso.
Realiza este ejercicio durante algunos minutos. Sentirás crecer la calma en tu cuerpo. No te solaces en esa tranquilidad. Continúa en tu ejercicio y deja que la calma se cuide de sí misma.
Si te distraes en un momento determinado, vuelve a la percepción de las sensaciones del cuerpo, pasando de una a otra, hasta que tu cuerpo recobre de nuevo la calma, tu mente participe de la calma de tu cuerpo y seas capaz de sentir esa tranquilidad que reporta paz y sabor anticipado de la contemplación y de Dios. En cualquier caso, vuelvo a repetirlo, no acampes de manera refleja en la tranquilidad.
¿Por qué no conviene detenerse en la calma que sentirás, probablemente, durante este ejercicio? Pararse en ella puede ser relajante e incluso placentero, pero si consientes en detenerte en ella corres el peligro de provocar un estado hipnótico leve o un vacío mental y permanecer en ese trance que no conduce en modo alguno a la contemplación. Esta situación se asemejaría de alguna manera a una autohipnosis, que nada tiene que ver con la profundización de la consciencia o de la contemplación.
Por consiguiente, es importante que no busques deliberadamente producir la calma o el silencio dentro de ti ni te detengas en ellos cuando se produzcan. Deberás buscar que se agudice tu consciencia, no el adormecimiento de ella, resultado de un trance aunque sea leve. Así, en vez de la calma y dentro de ella, debes esforzarte en ejercitar tu percepción y dejar que la calma se cuide de sí misma.
Habrá momentos en los que la calma o el vacío sean tan intensos que te impidan totalmente realizar cualquier ejercicio o esfuerzo. En tales momentos no eres tú quien busca la tranquilidad; la calma toma posesión de ti y te inunda. Cuando se produzca una situación de este tipo, será conveniente y saludable que abandones todo esfuerzo, (que, por otra parte, sería imposible), que te rindas a la calma abrumadora que anida dentro de ti.2 Ref.DE MELLO, Anthony. Sadhana. Un camino de oración. Sal Terrae. Santander. 1998.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí y si es de tu interés, difunde por favor.
Cala (Huelva) —España— a 21 de noviembre de 2021

Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Localmente, participa y trabaja en la Asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática” En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.

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One thought on “RECORDANDO a ANTHONY DE MELLO (10): conciencia corporal

  1. Comentario de Concepción Ojeda Córcoles
    “Aunque pasó mucho tiempo desde su muerte a principio de los 80, ya casi terminado el siglo XX su ideología fue etiquetada y rectificada por la famosa congregación de la Doctrina de la Fe, una hija moderna de la inquisición, que la consideró poco ortodoxa e incompatible con la fe católica. Buena guinda para ese pastel que tuvo su nihil obstab, censurando las actas del Concilio Vaticano II, dirigida por el entonces cardenal Ratzinger, antes de convertirlo la curia en Papa.
    No voy a entrar en el controvertido mundo de la religión pues ya está bastante enlodado y aunque el pensamiento de Anthony de Melo fuera considerado non grato o lo cubran con la famosa capa de la indiferencia al olvido, hechos característicos por sectores recalcitrantes
    de la religión a que él mismo pertenecía como sacerdote jesuita, sí tiene una validez enorme por lo que puede aportar a los lectores no solo en términos religiosos sino psicológicos que hay en la praxis de la religión.
    En tu última entrega el tema que propone Tony es muy fuerte y rompedor, las diferencias entre la oración meditativa, en el que el ego está muy presente, y la contemplativa donde lo reducimos al aquietamiento y al silencio. Mientras que en la primera nos lleva a considerarnos cómo meros objetos ya que es imposible ahondar en nuestro interior y no salir de ese Dios – objeto. En la segunda, la contemplativa, sí podemos tomar distancias, alejándonos de la mente pensante y del ruido de fondo que esta produce, y dar la oportunidad de que aflore un elemento creativo y limpio, mucho más peligroso pues cuestiona fondos y caen las formas. Nos hacen más libres al no estar sometidos por reglas encorsetadas, por no ser parte de una milenaria maquinaria que se mueve muy lentamente sin tener en cuenta las necesidades de los hermanos, de los otros.
    Recuerdo un pasaje de Maestro Eckhart, del siglo XIII ¿Cómo puedo buscar a Dios si no sé dónde está? La única manera es que Dios me busque a mí. Muchas preguntas aparecen: ¿cómo sé que estoy hablando con Dios y no con esa chispa de ser interno, de lo que soy? ¿y yo que creo tener línea libre?,¿cómo puedo saber si lo que me llega, atravesando el tamiz del ego, son emanaciones de ese Dios misterioso e innominado, que contiene en sí toda esa inmensidad abisal en la que flotamos?
    Demasiadas preguntas sin respuestas y que no pueden reducirse todo a un acto de fe, donde se esconde y se perpetúa el reducto del poder y aniquila la propia creatividad y el pensamiento humano para intentar confortarnos y acallarnos. Hoy el hombre dormita, ante tantas preguntas y se aburre o se agobia, buscando una salida rápida que le ofrece el sistema, el divertimiento. Pero las preguntas están ahí, flotan en nuestras mentes, esperando que sean abordadas, mientras que la respuesta sea un eco de sonoro silencio.
    Gracias Juan Miguel
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    Gracias a ti Concha, Un fuerte abrazo.

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