


El núcleo esencial de todo el adoctrinamiento político, ideológico y religioso estaba constituido por las asignaturas Formación del Espíritu Nacional (FEN), Educación Física y Religión, a las que había que sumar para las niñas las Enseñanzas del Hogar. Estas materias, que estaban presentes en todos los niveles del sistema educativo franquista, fueron segregadas del mismo y asignadas al control de organismos políticos ajenos al Ministerio de Educación: la “Delegación Nacional del Frente de Juventudes“, para las asignaturas dirigidas a los niños y la “Delegación Nacional de la Sección Femenina” para las de las niñas. Estos organismos formaban parte del partido único, “Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET-JONS)“, que con el tiempo fue adquiriendo una autonomía administrativa al margen de la Administración del Estado y se reconvirtió en la denominada “Secretaría General del Movimiento“1 Ref.GALERA, Antonio D. (2015) Las “disciplinas del Movimiento” en la escuela franquista (1936-1975).
En cuanto a la asignatura de Religión Católica, el franquismo actuó de inmediato, convirtiendo esta enseñanza no solo en materia obligatoria en todas las etapas del sistema educativo incluyendo a la Universidad, sino también como fundamento moral de todas las demás. Una materia que estuvo controlada, inspeccionada y dirigida en todos los aspectos por la Iglesia Católica, siendo sus profesores siempre sacerdotes designados para tal fin que eran pagados por el Estado. Una situación que perdura hasta hoy ya que en la actualidad el profesorado de Religión sigue siendo seleccionado por la Iglesia y pagado con nuestros impuestos. Esta materia es ahora de oferta obligatoria para todos los centros públicos y aunque se pueda optar por no cursarla, en la anterior Ley Wert del gobierno del PP, sus calificaciones eran válidas para las medias o el ranking previo a la prueba de selectividad o para optar a becas, algo que se ha subsanado con la actual Ley Celáa del gobierno de coalición PSOE-UP.
Concretamente, la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en el franquismo en la Enseñanza Primaria y Media se estableció mediante las Órdenes de 21 y 22 de septiembre de 1936 respectivamente, órdenes que se completarían con otras de 1939, así como con la Ley de Enseñanza Media de 1938 y la de Enseñanza Primaria de 1945. Es decir, en todas las leyes educativas del franquismo el poder de la Iglesia Católica para impartir la enseñanza religiosa fue total en todos los sentidos y además pagada íntegramente por el Estado, algo cuya continuidad se garantizó en el Concordato de 1979 firmado por el gobierno de Adolfo Suárez.
De mis recuerdos de la asignatura de Religión en aquel Bachillerato Laboral Elemental que hice en la década de los sesenta solamente puedo destacar tres anécdotas. La primera la de los profesores con sotana negra que algunas veces llevaban bonete y que me inspiraban una mezcla de curiosidad y temor. Su práctica habitual consistía en decirnos que fuésemos a misa y aprendiésemos de memoria el catecismo y ciertas partes de libro de texto de Religión que había también que comprar como todos los demás. Además esta insistencia, se veía completada con lo que llamaban “Ejercicios espirituales” en las que otros sacerdotes de fuera que venían al pueblo en las famosas “Santas Misiones“, nos tuvieron durante toda una semana dándonos unas homilías insoportables y obligándonos a confesar y a comulgar. Una obligación, que implicaba necesariamente investigar y conocer las mentes adolescentes y reconducirlas por el supuesto “buen camino” al mismo tiempo que inyectaban la culpabilidad en nuestras conciencias inmaduras.
La segunda anécdota se refiere a la de uno de los curas que tuve como profesor, que tenía por costumbre llamar a los alumnos a su mesa, que estaba siempre en alto con una tarima que era de obra, acostumbrando a poner una de sus manos en las piernas desnudas de los alumnos aprovechado que todos íbamos con pantalones cortos. Conmigo también lo hizo una vez, pero a la segunda me levanté de inmediato y me salí de la clase dando un portazo. Desde entonces aquel profesor, por decir algo bueno de él, nunca más se atrevió a hacer esa maniobra.
Y la tercera anécdota, es que desde aquel acontecimiento, que si no recuerdo mal me sucedió estando ya en 3º (1965), nunca presté atención a las clases de Religión y cuando me parecía bien faltaba a clase y me iba con otros compañeros al extenso campo que rodeaba a aquel instituto o bien nos dábamos un largo paseo por la carretera de Trebujena. De esta manera en algunas ocasiones pues, además de faltar a clase con cierta asiduidad, de vez en cuando nos reíamos del profesor o nos poníamos a hablar y hacer ruido o bien protestábamos continuamente por cualquier deber o tarea que nos pusiese. En cualquier caso esa asignatura la considerábamos sin importancia porque siempre daban aprobado general aunque hicieras poco, salvo que fueses un indisciplinado o hubieses cometido alguna falta importante de respeto al cura-profesor. Así que, visto desde hoy, gracias a mis ingenuos y casi inocentes conatos de rebeldía, fui premiado con un glorioso suspenso en 5º, con lo cual me dieron el primer castigo académico de mi hasta entonces exitosa vida estudiantil.
De FEN tuve dos profesores, uno mayor paciente y respetuoso que tenía una minúsvalía que le impedía andar con normalidad y que un día nos contó que había sido herido en la División Azul. Sin embargo, este hombre, por lo menos a mí, me inspiraba cercanía, bondad, ternura y en cierta medida lástima porque si no recuerdo mal, su cara estaba un tanto deformada. Nos hablaba siempre de “usted” y aunque era muy serio visto desde lejos, en la cercanía nos trataba con amabilidad y comprensión. Sus clases eran en gran medida entretenidas porque nos contaba historias del pasado cuando en los libros encontrábamos pasajes literarios que a él especialmente le gustaban. Aquellos libros, cuando los he vuelto a ver ahora, creo que eran muy buenos, tenían una presentación y un formato magnífico, como también muy caros para una asignatura cuya misión era hacer catequesis del franquismo y su “Movimiento Nacional“. Eran de la editorial Doncel y uno de ellos lo escribió el por aquel entonces ministro de Franco, Manuel Fraga Iribarne que como ya sabemos es el padre y la madre de toda la derecha fascista y no fascista española actual.
Si no recuerdo mal, con aquel viejo profesor bonachón de FEN solo estuve los dos o tres primeros cursos y a partir de 3º o 4º ya no lo vi más. Lo sustituyó un nuevo profesor mucho más joven que nos daba también Educación Física. Recuerdo que muchas veces, iba vestido con uniforme de falangista. Era este profesor joven el que nos enseñaba los cánticos fascistas y el que estaba presente siempre en los actos de izar y arriar bandera que se realizaban al entrar por la mañana y al finalizar el día cuando nos íbamos a casa. Recuerdo con especial nitidez que este falangista nos hacía muchos exámenes y pruebas teóricas y prácticas. En las clases teóricas nos daba cosas de higiene, del cuerpo humano y sobre todo las normas y reglas de los juegos que teníamos que aprender de memoria y practicar después en el campo de deportes. Dibujaba muy bien y hacía unos esquemas en la pizarra muy claros y que todos entendíamos en los que nos explicaba algunas veces estrategias de juego, ya fuese para el voleibol, el balón torre, el balón muerto o el balón mano. Que yo recuerde, no jugábamos al fútbol. Pero además nos hacía pruebas atléticas de correr y saltar apuntando las marcas de cada alumno, marcas que después influían mucho en la nota del trimestre y la final. Todo esto, claro está, sin olvidar que todos los días tenías que “formar” militarmente y desfilar durante unos minutos marcando el paso. Yo desde luego era un desastre en todo lo relativo a esa asignatura y cada vez que había saltar el potro o hacer carreras me rebelaba y me hacía el vago. En sus clases de FEN, pues hacía lo mismo que todos, nos soltaba el famoso discurso al que llamábamos “explicación” y se paraba para dictarnos lo que consideraba más importante que teníamos que escribir en nuestros cuadernos diciéndonos que eso era lo que iba a entrar en el examen. Respecto a su actitud no tengo ninguna duda de que era autoritario, prepotente e incluso chulo, siempre con su silbato colgando del cuello a todas horas y dando órdenes y aprovechando cualquier oportunidad para resaltar los defectos y errores de los alumnos. Visto desde hoy, lo recuerdo como un auténtico ejemplar de la especie fascista que durante 40 años nos condenó a la ausencia de libertades.

Referencia
¡ Qué recuerdos!. “Aprendiz de Hombre” era otro libro de FEN. Tuve un viejo profesor, de colmillo retorcido, en Peñarroya, que se sentaba en una silla en el patio para vernos correr y dictaba los puntos de Falange en el aula; y casi un clon después en la Escuela Normal de Magisterio en Badajoz, también de “Política y de Gimnasia”, aunque éste enrojecía de cólera cuando se le contestaba y se vengaba luego en las “papeletas” de notas.