
La década de los años 60 del pasado siglo XX, fue una época marcada por personajes carismáticos y en gran medida heroicos, ya fuesen políticos, líderes de movimientos sociales y revolucionarios, así como filosóficos, religiosos y espirituales. A mí particularmente me sedujeron Martin Luther King, Malcom X, el Papa Juan XXIII, Erich Fromm, Paulo Freire, el Ché Guevara, Camilo Torres y Helder Camara, entre otros. Obviamente a ninguno los conocí personalmente, salvo a Helder Camara que en su última visita a Europa, vino a Sevilla y pude saludarlo personalmente conservando un recuerdo imborrable de su amabilidad y sencillez. Todos eran personajes internacionales de los que me leí apasionadamente sus biografías. No obstante, su influjo no comenzó a hacer verdadera mella en mí hasta que no comencé mis estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Magisterio de Sevilla, desde 1969 hasta 1972, es decir, desde los 17 a los 20 años. Y todo gracias a una profesora que había estudiado en La Sorbona de París y conocido el mayo francés del 68, profesora que siempre llevo en mi corazón y de la que más adelante hablaré, dado que sus enseñanzas y su metodología me marcaron para toda la vida.
Por otro lado, aquí en España, apenas existían referentes humanos de esa categoría, o al menos yo los desconocía dada mi edad. Aquí los personajes famosos de referencia eran toreros, futbolistas, cantantes y conjuntos musicales cuyas letras eran un puro merengue edulcorado para que la juventud se divirtiera. No obstante, no puede olvidarse que en aquella década, aunque fueran desconocidos para la mayoría de los ciudadanos, surgieron líderes obreros, sociales y políticos que se forjaron a base de dolor, represión, tortura y cárcel en la fragua de la lucha antifranquista. Y a todo este desconocimiento propio y creo que de numerosos jóvenes de mi generación, había que sumar la desinformación, intoxicación, ocultación, propaganda y burdas mentiras que el Régimen de Franco divulgó a través de todas sus instituciones.
En aquellos tiempos, los países que destacaron por la novedad e intensidad de los cambios económicos, sociales, culturales y también políticos, fueron sin duda, Estados Unidos y Francia. No obstante les acompañaron, el Reino Unido, Alemania, Italia, Canadá y Japón. Estos siete países, serían los que en 1973 formarían el Grupo del conocido G-7. Eran y siguen siendo países de un alto grado de desarrollo industrial, tecnológico, financiero y comercial.
De aquella década procede la famosa distinción entre países desarrollados, países en vía de desarrollo y países subdesarrollados, quedando así mundialmente establecido y aceptado que el desarrollo de un país depende exclusivamente de su Producto Interior Bruto (PIB). Claro que, en aquella época lo que no se admitía o al menos era desconocido para una gran mayoría de españoles, era que el desarrollo económico de unos pocos países, había sido conseguido históricamente a costa del subdesarrollo de los demás, es decir, a costa de la colonización y el robo de las materias primas de las antiguas colonias. En el lenguaje popular se llegaba a creer e incluso a afirmar con convicción, que los países pobres eran pobres porque realmente carecían de inteligencia y capacidades para progresar. Esta es la razón por la que considero que es mucho mejor y más exacto hablar de “países enriquecidos” y “países empobrecidos“. Así el llamado subdesarrollo es estructuralmente el resultado del desarrollo, es decir, de la explotación de materias primas y mano de obra conseguidas a precios muy bajos; la exportación de manufacturas y de maquinarias obsoletas a precios altos y una política económica mundial destinada a otorgar créditos y crear deudas impagables o a un muy alto costo. Todo ello, claro está, bajo el naturalizado eufemismo de “ayudas al desarrollo“.
No cabe duda de que aquellos cambios de la década de los 60, tuvieron también una importante repercusión en los llamados países en vías de desarrollo, entre los que se encontraba España. Sin embargo, en nuestro caso, estos cambios económicos, sociales y culturales estuvieron limitados, condicionados y controlados por las autoridades del Régimen fascista y dictatorial del golpista Franco. Era obvio que para ajustar a la modernidad la nueva dinámica del desarrollo económico español de la década, había que acabar con el Régimen de Franco y conseguir un nuevo sistema político que garantizase las libertades democráticas. Un sistema que reconociese legítima y legalmente los derechos del nuevo movimiento obrero, ciudadano y estudiantil que ya había emergido como una fuerza social portadora de nuevos valores y exigencias democráticas.
Aquella década, fue desde luego, un tiempo de extraordinarios cambios tecnológicos, económicos, culturales e ideológicos que fueron acompañados de numerosos acontecimientos y movilizaciones políticas y sociales que se distribuyeron por todo el mundo. El nuevo papel que comenzó a jugar el movimiento obrero; los nuevos movimientos sociales emergentes; el significativo papel que comenzó a ejercer la juventud y el movimiento estudiantil que alcanza su cima en el mayo francés del 68; nuevos movimientos religiosos nacidos a la luz del Concilio Vaticano II y nuevas tendencias educativas que se irían destilando años más tarde en las más fecundas elaboraciones de la pedagogía crítica. En suma: todo un amplio conjunto de aportaciones culturales, artísticas, filosóficas y políticas, vendrán a constituir a gran escala el soporte y el caldo de cultivo para aumentar las esperanzas de liberación.
Fue en aquellos años cuando se inició una profunda revisión tanto del papel que los sistemas educativos ejercían en la reproducción social ampliada, como de las grandes finalidades de la Educación y su orientación hacia el desarrollo humano en su sentido más amplio. No en vano, en 1972 la UNESCO publicó su famoso Informe “Aprender a ser. La educación del futuro “, conocido como Informe Faure, en honor a Edgar Faure, presidente de la comisión delegada de la UNESCO que se encargó de su elaboración. Un Informe, que desde mi punto de vista, anticipaba que la crisis de civilización en la que ya estábamos inmersos, más que una “crisis del estar“, que lo era, era sobre todo una “crisis del ser“. Por eso considero, que aquel maravilloso Informe que tanto nos ayudó a los que por aquellos años iniciábamos la profesión de “maestro de escuela“, sigue en plena vigencia.
Pero vayamos a la actualidad. Realmente no sé si la época actual traerá cambios profundos de mejora para la juventud y las nuevas generaciones. Es sin duda una posibilidad, aunque a mí particularmente en este instante me parece remota. La Educación ha cambiado mucho, sobre todo de ropaje, y, lo que antes era la tiza hoy es la pizarra digital, pero lo de “aprender a ser“, eso ya si acaso, otro día. A su vez, son tantas las dificultades y los obstáculos a los que se enfrentan los jóvenes de hoy, que su tarea es realmente una obra titánica en todos los sentidos.
Es indudable que la juventud española actual es la mejor preparada y formada profesionalmente de toda nuestra historia. Y es indudable también el extraordinario número de jóvenes que apuestan y se comprometen en tareas de cooperación y solidaridad, tanto internacionales como nacionales ahora con el Covid-19. Pero es cierto igualmente que nunca antes, la juventud de nuestro país había tenido tantos impedimentos para liberarse y ejercer su derecho al trabajo, a la inserción social y en definitiva a la autorrealización y a la vida. Ojalá un día o todos los días yo pueda ver una explosión juvenil muchísimo más potente que aquella del 15-M de 2011, en la que todas las generaciones discriminadas, negadas en su existencia material y en su libertad para desarrollarse como personas, consigan acabar con todos los obstáculos.

Todos los que nombras son referentes que han dejado una huella imborrable para bien de la humanidad.
¡Qué suerte tuviste de conocer y saludar a Helder Camara!
Es una verdad indiscutible que los países desarrollados se enriquecieron – y lo continúan haciendo – a costa de los países subdesarrollados ( empobrecidos).
Es cierto que la juventud española actual es la mejor preparada y formada de toda la historia, aunque con las trabas para encontrar un trabajo a su nivel, por lo que muchos optan para irse al extranjero.
Todos son referentes que han dejado una huella imborrable para bien de la humanidad.
¡Qué suerte tuviste de conocer y saludar a Helder Camara!
Es una gran verdad de que los países desarrollados, se enriquecieron – y continúan enriqueciéndose – a costa de los países subdesarrollados (empobrecidos) .
Cierto que la juventud española actual es la mejor preparada y formada de toda la historia, aunque con las trabas de encontrar un trabajo a su nivel.