
Si hay una canción realmente emblemática de aquella década y que cada vez que la escucho se me pone “la piel de gallina” e incluso se humedecen mis ojos, esta es sin duda la canción “No nos moverán“1 Ref.Un excelente estudio sobre esta canción y como después de casi dos siglos sigue en vigor se encuentra en la obra del sociólogo y antropólogo estadounidense de la Trinity University de San Antonio (Texas) David Spener, publicada en 2017 en español en Chile y titulada “No nos moverán: Biografía de una canción de lucha” cuyo resumen del propio autor se encuentra AQUÍ. Esta canción, al igual que todas las que voy ofreciendo por aquí, la conocí a partir de 1969, primero como canción religiosa y al mismo tiempo como himno político y de lucha. Su versión original se titula “I Shall Not Be Moved” que en realidad es un espiritual negro, un canto de liberación de los esclavos africanos del siglo XIX en Estados Unidos. Fue popularizada en aquella década por Joan Baez, una inmensa cantante luchadora incansable por los derechos humanos. Su letra, de himno religioso, fue adaptada y transformada como himno social, sindical y político, siendo cantada en muchísimas concentraciones y manifestaciones, tanto en la lucha antifranquista, como contra la dictadura de Pinochet en Chile. La traigo aquí, no solo porque me emociona muchísimo, sino también porque es un símbolo universal de que la unidad popular y obrera en la conquista de derechos sociales, laborales y políticos, más tarde o más temprano se abre paso.
En todo caso, lo que me ocupa hoy es tratar de describir a mi manera que todos los españoles y españolas nacidos en los años 40 y 50 del pasado siglo, estamos marcados en mayor o menor grado, por el estigma del terror, el miedo, la represión y el conflicto permanente. En aquellos años, simplemente desafiar o desobedecer a la autoridad, aunque fuese de una forma ingenua e inocente, era siempre severamente castigado. Así, mis primeros años escolaridad, adolescencia y juventud estuvieron siempre atravesados por el miedo al castigo, a la reprobación, al chivato de turno y a las caricias de los maestros domadores de la “Escuela Cuartel” 2 Ref.FERNAND OURY, Jacques Pain. Crónica de la escuela-cuartel. Barcelona. Fontanella. 1975del franquismo.
Aquel miedo, que pude superar sin grandes dificultades una década más tarde, realmente tuvo su lado positivo. Por eso y a tan larga distancia temporal me atrevo a conjeturar que me sirvió para desarrollar uno de los aprendizajes más importantes para sobrevivir de cualquier ser humano: la sabia combinación entre obediencia y desobediencia. Claro que para eso fue necesario también encontrar oportunidades de afirmación y de ejercicio de la autonomía, algo que desde luego debo tanto a mis padres como a determinados profesores y profesoras que tuve la suerte de tener.
En realidad, yo tuve mucha suerte, sin embargo, otros jóvenes de más edad que yo, se vieron sometidos a detenciones, procesamientos, encarcelamientos y a los más diversos procedimientos de tortura que la llamada “Policía Nacional” o la “Guardia Civil” de aquellos tiempos infringía sin contemplaciones a casi todos los detenidos. No obstante, había otro miedo más efectivo y mucho más peligroso para aquellos niños y niñas que desde la tercera infancia hasta el final de la adolescencia tuvieron que soportar las estupideces e irracionalidades del nacionalcatolicismo sin tener recursos y capacidades intelectuales para poder refutarlas. El miedo interiorizado e inoculado en las conciencias por un ejército de sotanas negras que nos amenazaba furibundamente, sin ningún tipo de rubor, diciéndonos que si no seguías los supuestos mandamientos de un supuesto Dios y los de la santa madre Iglesia católica, apostólica y romana te condenarías eternamente en las llamas del Infierno.
Hoy, todos aquellos miedos de nuestra juventud afortunadamente se olvidaron y aplacaron con la llegada de la Democracia y la aprobación de la Constitución en 1978, al mismo tiempo que con el propio proceso de maduración personal de cada uno. No obstante, volvieron a reverdecer con el fracasado golpe del 23F de 1981 e incluso hoy, cuando vemos aparecer los llamados al odio, el terror y la muerte del conocido “Chat de la XIX del Aire” con el apoyo y la adhesión de VOX, o con los anuncios apocalípticos de los llamados de los movimientos ultracatólicos que insisten y persisten en oponerse al aborto, la eutanasia, al matrimonio homosexual, al Papa Francisco y al mensaje original de Jesús, el hijo del carpintero.
Sin embargo aquellos miedos que nos inocularon en el franquismo a base de guantazos y doctrina, aunque los superásemos, creo que a muchas personas de mi generación no nos sirvió para estar alertas. Alertas ante la evidencia empírica e histórica de que el fascismo no descansa nunca y aprovecha cualquier situación de crisis para aterrorizar o asustar a la población. Y alertas también ante la evidencia de que nuestros problemas e injusticias sociales, no son debidas exclusivamente a factores externos, o a aquello que normalmente decimos cuando afirmamos que la culpa es del Gobierno o del Sistema. A estas alturas de mi vida, creo que abandonamos en mayor o en menor grado y yo lo hice también, la perspectiva de que en el origen de nuestras situaciones de injusticia y ausencia de libertad, igualdad y fraternidad está también nuestra naturaleza egoica, compleja, errática y contradictoria. Por eso creo que el problema, aunque sin ninguna duda es paradigmático y sistémico, es también y al mismo tiempo interno, subjetivo y personal. La batalla por la vida, no es tanto una lucha contra las dificultades exteriores que se oponen a nuestros deseos y aspiraciones, que también, sino más bien una batalla contra uno mismo que es la que te permite elegir entre ser víctima o ser responsable, algo que actualmente los psicólogos llaman “locus de control externo o interno“.
Lo que sí tengo claro y lo doy como cierto porque lo he vivido, es que una parte de la juventud de mi generación, comprendimos que mirándonos al ombligo, lamentándonos y cruzándonos de brazos, no podía ser en ningún caso el camino de acceso para encontrar una vida mejor, más libre, más justa y más humana. Y en esta comprensión, en medio de innumerables dificultades y obstáculos para nuestro desarrollo humano y social, aprendimos a encontrar grietas, rendijas, huecos y fisuras por las que colarnos y denunciar aquel dictatorial Régimen.
Pero curiosamente, ahora que estoy más capacitado para ver en perspectiva dada mi edad, me doy cuenta, de que fueron precisamente aquellas dificultades, obstáculos, esfuerzos, sacrificios e insatisfacciones de mi juventud las que me sirvieron para encontrar un sentido a mi vida. Un sentido que me sirvió para situarme más allá de los acontecimientos y penurias en las que vivíamos la mayoría de los jóvenes de mi tiempo. Penurias que estuvieron ligadas y acompañadas de represión, cárcel, tortura, prohibiciones y persecuciones de cualquier expresión del deseo irrefrenable de libertad.
Claro está que hubo otros jóvenes que procedentes de familias acomodadas e instaladas felizmente en la dictadura, o los hijos de los funcionarios ya fuesen militares o civiles, no tuvieron que pasar por grandes problemas. Su presente y su porvenir estaba sobradamente garantizado, bien por la herencia material que recibirían, por la seguridad del puesto u oficio de sus padres o también por la preparación cultural, ideológica y profesional que consiguieron en los colegios privados de carácter religioso. Sin embargo, he de reconocer que fueron muchos los jóvenes de las familias acomodadas, que desobedecieron a sus padres y se rebelaron contra una sociedad completamente tóxica y asfixiante que impedía cualquier manifestación o deseo de libertad.

Referencia
Que bonito que es esto de compartir las experiencias y contarlas desde el lado de la vida que te toco vivir. Siempre admire a los y las camaradas que plantaron cara al franquismo/fascismo .Yo en mi temprana adolescencia también lo hacia, pero mas desde la inconsciencia e irreverencia mas propia de la juventud que de una actitud desafiadora de la opresión. Por eso admiro a tu generación, y por eso te admiro a ti, amigo mío.
Tu sentimiento es mutuo porque también te admiro por 4 cosas fundamentales para un ser humano: 1) Has sido y sigues siendo un luchador valiente por la vida, además de muy habilidoso, porque lo mismo conduces un taxi, haces un cuarto de baño o compones canciones y das recitales. 2) Porque eres muy sensible con los débiles y siempre estás a su lado y los acompañas. 3) Porque eres un combatiente contra el fascismo, por la libertad y por los Derechos Humanos Universales y 4) Porque eres un soñador y crees en la Utopía. Todo esto sin contar, claro está, que te quiero un montón.
Recuerdo aquella época llena de convulsiones sociales y políticas, y la idea que nos acompañaba la fuerza de luchar por un mundo mejor. ¿Lo hicimos? Pues yo te diría que sí, que hicimos todo lo que dio de sí nuestro corazón.
Aún llevo el recuerdo de algunos buenos militantes y compañeros, asesinados, represaliados, torturados y encarcelados solo por tener ideas diferentes del sistema impuesto, por leer libros prohibidos, tener propaganda “subversiva”, machacados por ese sistema igual al que la gente de hoy ha entregado toda la riqueza de nuestra generación, de valores sociales conseguidos. Y aún más, han extendido sus manos para que les pongan grilletes mientras que ellos solos se tapan la boca haciendo alarde de una aceptacion absoluta y castradora de la comunicacion.
A esto se le llama traición.
pero como tu bien dices refiriéndote al hijo del carpintero: “Perdonalos Padre porque no saben lo que hacen”
Muchísimas gracias querida. Estoy completamente de acuerdo contigo. Un abrazo grande.