Tener un oificio es tener un tesoro

Tener un oficio es tener un tesoro

Por Roberto Fermín Bertossi

Ante el fin del trabajo formal conocido, los desarrollos posibles de la inteligencia artificial y el previsible desenlace previsional o de la seguridad social; y dada la imparable influencia de las nuevas tecnologías en los procesos de producción y sus consecuencias en el mercado de trabajo; un oficio o experiencia laboral innata o adquirida, luce alentadora en esta realidad y su porvenir.

En estos tiempos de pronunciada desocupación, pobreza e indigencia, tener un “oficio” entendido como un conjunto de conocimientos prácticos que se adquieren mediante la experiencia, verdaderamente es tener un tesoro.

La aparente o supuesta pequeñez de “un oficio” manual, industrial, agro técnico o de servicios, formal e informal, no solamente es hermosa sino potencialmente fecunda y comprobadamente fructífera, al menos para satisfacer las necesidades físicas básicas de la persona y su grupo familiar en ámbitos urbanos y rurales.

Entendemos a un oficio como arte y pericia para una actividad laboral propia y autogestora, vg., electricista, gasista matriculado, fontanero, pintor, jardinería, albañilería y construcción, carpintería y herrería, peluquería, mecánico, lavandero, limpieza de casas de familia y locales de comercio, perquisición, poda o desmalezado, zapatero, modista o sastre, chofer, servicio de acompañante y cuidado personal, repostería, elaboración de viandas y alimentos, mensajería, changas, etcéteras.

Ante la corrupción y holgazanería corroborada recurrentemente en el manejo clientelista de millones de planes sociales, impulsar el conocimiento y la capacitación en oficios a partir de un activo protagonismo actitudinal, será una auténtica propuesta productiva a destajo de nuevas aptitudes y servicios, que honrará personal y familiarmente, animando autonomías responsables, recuperando dignidad y autoestima con real e independiente promoción social.

También será promover bienestar y encarnar ciudadanía. Para ello la educación y capacitación informal, posible y permanente, como la participación activa y responsable de los involucrados, puede ser de las mejores herramientas para trabajar a favor del bienestar personal y la reintegración social.

Concomitantemente, se trata de revalorizar, despertar y actualizar la experiencia y lozanía del capital cultural y valía social de los desocupados en el propio entorno familiar, emocional y amical de su espacio o hábitat circundante.

Nuestra propuesta también sugiere la espontanea organización, la información, educación y capacitación cooperativa informal (con neutralidad política), destinada a personas que integran o pueden llegar a ser parte de emprendimientos personales, cuadrillas de trabajadores sin trabajo o talleres familiares, dotándolos de capacitación y actualización permanente, con herramientas específicas para organizar gradual, paulatina e inicialmente, modestos pero duraderos procesos o esquemas de trabajo, con una mirada sin límites.

Preconclusivamente nuestra ley de Educación Nacional 26.206 como todas las leyes provinciales de educación, otorgan a la educación no formal un espacio curricular importante y significativo, destacándose que la formación de maestros o profesores de educación formal en todos los niveles y jurisdicciones, debe contemplar la construcción de saberes sobre la definición, armonización, ejecución y evaluación de experiencias de educación no formal en artes y oficios, urbanos rurales.

Ya a fines de los años 60´ en el marco de la Conferencia Internacional “La crisis mundial de la educación”, realizada en Williamsburg (Virginia, EE.UU., año 1967), se estableció la importancia y el avance de la educación no formal en oficios, como herramienta preponderante para el fortalecimiento de la sociedad civil, la descentralización y la democratización del conocimiento, porque “quien oficio sabe, no muere de hambre y aleja vicios”

Final y complementariamente, no es un dato menor abogar también por una renovada autopercepción personal y representación comunitaria de las personas después de sus 55 años, desde un rol activo, educando y repotenciando preservativamente sus capacidades o talentos ante eventuales amenazas de naturales envejecimientos y morbilidades, ofreciendo simultanea y responsablemente posibilidades y nuevas oportunidades en pos de proseguir, enriquecer y acompañar, institucionalmente, desempeños evolutivos personales de bienestar terapéutico instantáneo como de cobertura emocional, ante realidades como las que encabezan esta nota o columna.

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