Todo cambia (II)

Línea LOTO de paz
Línea LOTO de paz

Por Juan M. Batalloso

Al decir que “Todo cambia” básicamente estamos dando a entender que todo, desde los virus que mutan hasta el Universo que se expande, es efectiva y realmente transitorio, cambiante, fugaz, provisional, impermanente, caduco y mortal. Así que “Si lo comprendes, las cosas son como son y si no lo comprendes, las cosas son como son” (Proverbio Zen).

        Pero ¿qué implica o qué consecuencias tiene este concepto para la vida cotidiana, nuestros estados mentales y el desarrollo de la conciencia de cualquier ser humano?

        Es evidente que no puedo, ni tener una respuesta definitiva dado que “todo cambia“, como tampoco una receta universal, ya que cada uno es cada uno, su contexto y sus circunstancias. No obstante voy a tener el atrevimiento de decir lo que creo que este principio dinámico de la existencia material y humana tiene para mí. Lógicamente me basaré en la única experiencia directa que tengo, que no es otra que la mía, que como la de todo humano, es única, puramente subjetiva y ligada a los singulares avatares de la existencia humana. Vayamos pues a analizar un poco lo que sucede en nuestras mentes y como nuestros estados mentales, emocionales, cognitivos o de humor, van y vienen sin cesar creando muchas veces malestar, disgusto, ansiedad, tristeza y en definitiva infelicidad. Claro que no quiero decir con esto, que por narices tengamos la obligación de ser felices, porque eso de la felicidad no solamente tiene mucho cuento y es de estúpidos, cuando se busca afanosamente, como diría mi amigo y Maestro Antonio Durán, sino que también es algo que se ha puesto muy de moda y que nos ha hecho confundir la felicidad con la euforia, con el éxito y con otras superficialidades del mercado de consumo. Y es que aprender a aceptar la tristeza, el dolor, el sufrimiento, los enfados, el mal humor, la rabia o la indignación es también algo muy importante para nuestro desarrollo personal. En cualquier caso, lo que me interesa aquí, es como aprender a vigilar, controlar y salir de esos estados mentales negativos.

        Lo primero y tal vez más eficaz para que nuestra mente goce de dosis cada vez mayores de claridad , discernimiento y sensatez, es ser consciente, darse cuenta, de que todos nuestros estados de ansiedad, angustia, tristeza, desazón, preocupación, inquietud y temor, son y serán siempre transitorios. Es decir, pasajeros, caducos y terminarán por disolverse de nuestra mente más tarde o más temprano. Claro está, que esto no significa que no vayan a volver de nuevo a turbarnos. En el mismo sentido, todos nuestros estados y momentos de alegría, bienestar, euforia, gozo, placer o felicidad, son igualmente y siempre transitorios y caducos. Por consiguiente, aferrarse a ellos persiguiéndolos afanosamente es una tarea inútil, por no decir absurda y estúpida, dado que estos estados o momentos positivos se presentan por lo general sorpresivamente y adquieren auténtica intensidad y profundidad cuando somos capaces de considerarlos como un regalo del Universo o del azar, más que como el logro de un objetivo. Es decir, cuando somos capaces de desapegarnos de ellos y concentrarnos en el proceso de la acción, algo que ya nos adviertía Lao-Tse, «…El hombre de conocimiento produce pero no posee, produce, pero no se apropia. Dirige las cosas pero sin buscar su dominio. Cuando se han logrado, no las reclama. No reclamándolas, no las pierde…». Por desgracia hoy hemos perdido el placer y el disfrute que reporta el hacer una tarea lentamente concentrándonos en el gozo que resulta de hacerla por hacerla y hacerla bien o lo mejor que podamos. Abducidos por una sociedad utilitarista, consumista, competitiva y veloz en la que nadie tiene tiene tiempo para nada, ya no seguimos aquel sabio consejo de Don Antonio Machado: “Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas

        La aparición y desaparición de nuestros estados emocionales, ya sean placenteros, gozosos y de alegría, o de turbación, inquietud y tristeza, es similar a las oleadas de un mar de aguas casi siempre turbulentas, cuyo movimiento está originado por el estado de nuestra mente. Una mente que por lo general está repleta o contaminada en mayor o en menor grado, de preocupaciones, ruido, experiencias previas, deseos, aspiraciones, frustraciones, decepciones y otras excrecencias resultantes de una actividad mental desregulada o descontrolada. Dicho al revés: si nuestra mente está serena, centrada, alineada y enfocada, esos estados mentales de ansiedad producidos por deseos y expectativas o por miedos e inquietudes, terminan por desaparecer. Y al desaparecer, indefectiblemente conseguimos un mayor bienestar psíquico como fruto de un grado mayor de desarrollo de nuestra conciencia. Otra cosa es, claro está, el como conseguir esos estados mentales de calma, sosiego y serenidad, pero de eso hablaré otro día.

        Es nuestra mente serena y a su vez nuestra conciencia la que al desarrollarse, nos permite la congruencia o la coherencia entre lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos. Pero para desarrollar nuestra conciencia, necesariamente hay que trabajar con la mente y con el cuerpo, con nuestras intenciones y nuestros actos, con nuestras motivaciones y nuestra conducta concreta, ya que únicamente son los hechos de nuestra conducta lo que podemos observar y verificar. En cualquier caso, si nuestra mente está permanentemente ocupada por ruidos, recuerdos, expectativas, sentimientos, deseos, o por diversos movimientos de ansiedad, miedo o angustia, quedando atrapada en ellos, pues evidentemente estaremos anclados a ese oleaje de estados de conciencia negativos. Estados mentales negativos que son los que nos impiden que nuestra existencia personal o nuestra vida cotidiana sea serena, tranquila y congruente. Y si nuestra mente no consigue desapegarse, desprenderse o controlar esos estados negativos, ya sean cognitivos o emocionales, estaremos más expuestos a realizar conductas tóxicas, nocivas o dañinas ya sean dirigidas hacia nosotros mismos o hacia los demás.

Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Localmente, participa y trabaja en la Asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática” En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.

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