Aprendiendo de la adversidad (y 9)

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Rubem Alves: conclusiones

En realidad, más que aprendizajes, siempre sujetos a la compleja condición humana y condicionados por la complejidad de los procesos sociales y existenciales, si algo he conseguido, desde aquel día de la ECM, es desde luego estar haciéndome preguntas continuamente. Unas profundas e inquietantes y otras muchas veces inútiles y circulares, pero siempre intentando buscar o encontrar ese sentido del que nos habla Víctor Frankl 1 Ref.FRANKL, Víctor .(1979). El hombre en busca de sentido. Herder. Barcelona. — Puedes leerlo o descargarlo AQUÍ ; FRANKL, Víctor .(1980). Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia. Herder. Barcelona; FRANKL, Víctor .(2011). La presencia ignorada de Dios. Psicoterapia y religión. Herder. Barcelona. en sus obras. Así pues, para finalizar todas esta reflexiones tituladas “Aprendiendo de la Adversidad“, deseo colocar aquí las ocurrencias que me vinieron a la mente un día, tras la interpelación de una de las profesoras participantes en un curso que estuve dando y que escribí a vuelapluma en un descanso.

        Aquella profesora me interrogó con una cierta urgencia y ansiedad, sobre qué se puede hacer desde la docencia para que profesores y alumnos puedan crear relaciones más plenas y armónicas, o puedan poner en marcha procesos educativos y de aprendizaje verdaderamente significativos. Y esto fue lo que se me ocurrió en aquel instante, si bien, aquella profesora creo que sabía sobradamente la respuesta, porque el que pregunta ya lleva en su interior las pistas necesarias para encontrar respuestas en su investigación. Estas fueron las respuestas:

        Lo más importante tal vez sea SER AUTÉNTICO, en el sentido de ser original, creativo y único, sin tener nunca miedo a los que “los otros” dirán de nosotros y sin preocuparnos por satisfacer las expectativas que los demás esperan de nuestra conducta. No renunciar jamás a lo genuino que nos identifica y nos hace ser quienes somos. Pero también SER COHERENTE con lo que se siente, se piensa, se dice y se hace. Que exista una correspondencia y una simetría entre nuestras acciones y nuestras palabras, de modo que estas coincidan lo máximo posible, sin perder de vista la humildad necesaria para comprender y aceptar, que nuestros decires y haceres nunca van a coincidir del todo, dada nuestra condición humana egoica, errática y contradictoria. Se trata de buscar siempre un acercamiento, una aproximación, un equilibrio lo más estable posible entre nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y acciones. 2 Ref.ROGERS, Carl. (1989). El proceso de convertirse en persona. Paidós. Barcelona — Puedes ver o descargar una pequeña presentación de las ideas de Carl Roges sobre las persona auténticas pulsando AQUÍ — También puedes descargarte el libro completo AQUÍ, te aseguro que no tiene desperdicio — Procurar siempre que se acerquen o se correspondan al máximo y se fundan con el sentir profundo de nuestro corazón porque es ahí donde donde radica eso que los psicólogos llaman inteligencia y que los creyentes llaman fe y en donde nace “el sentido de la vida” que cada ser humano construye de forma enteramente original. Por eso, ¿Qué se puede hacer entonces para que la gente con la que trabajamos, convivimos o las que tenemos siempre cerca, “mi próximo”, sea más plena y feliz? Realmente no estoy muy seguro, pero creo que unas posibles líneas de acción podrían ser las siguientes:

  1. Expresar y escuchar emociones porque poco podemos hacer si no parto de los afectos y los sentimientos. Escuchar, escuchar y escuchar, ¡qué difícil ha sido siempre esto para mí! Sí, escuchar y también expresarnos en un permanente proceso de diálogo con los demás y con nosotros mismos, perdiendo cualquier tipo de miedo que nos atrape o nos limite.

  2. Ser uno mismo, no tener miedo a equivocarse, a decir algo inoportuno, a quedar ridículo o en minoría, a discrepar con todos, a perder la votación o a ser tachado de loco, iluso o de imbécil, o de lo que quieran. Ser fiel a la verdad, a tu conciencia o a aquello que da sentido a tu vida sin miedo a lo que los demás digan de nosotros. Ser auténtico en definitiva, dejando de usar máscaras como diría Carl Rogers.

  3. No apegarnos, no depender del qué dirán ni para bien ni para mal, aplicando la ecuanimidad tanto en el elogio como en la crítica o el insulto. Hacer curas de adelgazamiento del ego, no apegarse ni a los elogios ni a las críticas, ni a las aceptaciones ni a los rechazos, buscando y manteniendo situaciones de ecuanimidad, magnanidad, comprensión y compasión. Saber mantenerse en silencio y en una actitud de escucha activa y de observación desapegada y desapasionada sin precipitarnos en la formulación de juicios e interpretaciones y rechazando cualquier prejuicio, estereotipo e incluso expectativa hacia personas.

  4. Dar prioridad siempre a los hechos huyendo de interpretaciones, racionalizaciones, justificaciones e incluso valoraciones no sujetas a contraste. Primero los hechos, los actos, las acciones, los comportamientos, las conductas, sin olvidar que las palabras también son hechos que pueden ser dañinos, vanos y sin sentido o agradables, profundos y sostenidos.

  5. Contagiar constante, sostenida, continuada y permanentemente alegría, no esa alegría de dentífrico, porque si se piensa bien, la tristeza, como dice la canción de Vinicius de Moraes no tiene fin y el punto está en cómo sacar alegría siendo sabedor de que también necesito de la tristeza para crecer. Alegría, sonrisa, risa, risotada, carcajada y otra vez risa, de lo que digo, de lo que soy, de lo que hago ¿Qué más da? Y ahora me acuerdo de algo que un día escuché de un maestro en cuya disertación di varias vueltas volando, entrando y saliendo de la sala, cuando dijo entre otras muchas cosas que que “El humor es el amor con H“.

  6. “No tirar la toalla jamás”, pero jamás, jamás de los jamases, por aquello de que al ser perfectamente sustituibles en cualquier momento, pues es mejor que nos pillen trabajando, cantando, o haciendo algo, porque entonces ¿Cómo vamos a contagiar esperanza o alegría si no somos alegres y no estás haciendo a cada instante algo esperanzado? Pero ¡ojo! No esa esperanza escatológica de que “allá en el cielo” o  en “el socialismo científico” se resolverán todas nuestras dificultades, sino esa esperanza de la naturalidad y de la sencillez de seguir haciendo con normalidad lo que te toca hacer y de eso saben muchísimo, pero que muchísimo nuestras madres y todas las mujeres.

  7. Liberarnos de esos detritus y excrementos de nuestra conciencia que andan por ahí infectándolo todo continuamente y que aparecen de vez en cuando para recordarnos que somos esclavos de nuestras acciones y de nuestras palabras. Por ello es bueno aprender a descansar, a no hacer nada y aprender a callar y a estar en silencio y en esa calma y silencio, aprender a liberarnos de nuestros miedos, angustias, culpabilidades y expectativas.  

  8. Integrar nuestro pasado con nosotros mismos abandonando culpabilidades, resentimientos, porque entre otras cosas, el pasado además de que no existe en el presente, tampoco tiene solución. Comprender que lamentarse y/o arrepentirse son pensamientos inútiles, porque el pasado nunca lo podremos cambiar. Aprender a vivir en y con el presente, mirando hacia delante como si de la conducción de un coche se tratase, mirando hacia delante, hacia la línea del horizonte, pero también observando de vez en cuando los espejos retrovisores que nos informan de lo que quedó atrás y puede aproximarse, pero nunca quedándonos extasiados en su contemplación porque entonces podremos tener casi con toda seguridad un accidente gravísimo.

  9. Probar con palabras y hechos que nadie puede ser feliz del todo. ¡Qué tontería!¿Feliz del todo? Cuando pienso en esos personajillos que presumen de sabios y se visten de políticos, educadores, doctores, pastores, pontífices, cardenales, gurús que me dicen donde está la verdadera felicidad, o eso de que “el mal” está en la materia esa de “Educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos“, o en lo que llaman despreciativamente “Ideología de género” no sé si reír por la payasada o llorar de pena e impotencia. Para mí está provisionalmente claro: la felicidad, si es que existe, está en nuestro interior y además debemos huir de la obligación de ser felices que parece más un reclamo comercial que una actitud que emerge de tu interior. ¿Cómo vamos a ser felices cuando el otro, que es el que me da la legitimidad de lo que yo soy está sufriendo, está dolorido, es injustamente tratado, o lo están explotando, reprimiendo o condenándolo a muerte con el desamor o con la pobreza?

  10. Y por último, para completar un espontáneo decálogo ¿Cómo puedo ayudar a los demás a ser más plenos y felices si no tenemos paz con  nosotros mismos? ¿Podemos construir la paz si no tenemos unos mínimos de materia prima y unas buenas herramientas? De aquí que necesitemos como el agua, como el sol, como el alimento, la paz interior, pero no una paz de esa que se venden en cursitos de meditación y yoga a dos días por semana y que después se olvida o se presume de ella, sino una paz espontánea de la que tú no te das ni cuenta porque en realidad no la persigues. Es algo así como esa serenidad que te da el apreciar lo que haces valorando todo lo positivo que tienes sin caer en la vanidad y riéndote de ti mismo, pero también todo lo que tienes de negativo, porque sin ello no puedes desarrollarte, ya que el error es indispensable para cualquier aprendizaje.

Y si has llegado hasta aquí habiendo leído estos 9 articulillos, pues darte las gracias de todo corazón. Y si encima te han gustado, por favor, difunde, replica y reenvía si lo ves conveniente. Me despido con un Resumen de seis palabras de Agustín de Hipona:

 

      AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS

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