NADIE ESCUCHÓ A FERNANDO AQUELLA NOCHE. LA RESPONSABILIDAD POR CUALQUIER MUERTE
Nadie escuchó sufrir, gritar, morir a FERNANDO BÁEZ SOSA. Antes de que el crimen se consumara y lo consumiera, seguramente FERNANDO se defendió, pidió ayuda, buscó protección. Ni las autoridades, ni las fuerzas de seguridad (que son quienes deben administrar la violencia), ni los que circulaban a esa hora por el lugar y en muchos casos filmaron los hechos.
Nadie oyó gritar a FERNANDO, porque esos gritos no se escuchan. Escuchar – afirma BYUNG CHUL HAN – es una dimensión política y militante. Como ver, observar, tomar parte: es una acción, una participación activa en la existencia de otros, y también en sus sufrimientos. Por eso muchos de los robos y crímenes se producen rodeados de viandantes que no frenan, no paran, no ven.
Los mismos que participaban del festival de los sonidos en las noches de diversión, de pronto perdieron sus oídos y su capacidad de escuchar a ese otro, tirado en el piso y violentado hasta la muerte: no pudieron frenar el proceso, detener a los exacerbados autores, calmar los ánimos, proteger a la víctima, poner el cuerpo, poner el oído al sufrimiento abrazado a la impotencia y al miedo.
Cada uno parece encerrado en sus propios miedos y sufrimientos, en el padecimiento de la propia violencia y no puede reconocer e intervenir, jugarse solidariamente por el desprotegido que ve aproximarse la muerte. No me ha tocado a mí, esta vez no, aun no.
Acostumbrados a los dolores más diversos y atroces que las pantallas nos sirven en diversos momentos de la jornada, ya nada nos sobresalta y suponemos que eso del sufrimiento es algo que cada uno debe procesar. A FERNANDO (como a otros en otras circunstancias) eso le costó la vida.
Tal vez todo eso sea – como dice BYUNG – una estrategia de dominio que consiste en recluir y privatizar el sufrimiento y el miedo, ocultando con ello su sociabilidad, es decir, impidiendo su socialización, su politización.
Hablaremos por unos días (1) de las eventuales causas y culpas inmediata y mediada de los hechos y de la muerte, de manos de testigos convertidos en expertos, y expertos en invitados de programas de verano, (2) y de las acciones de la justicia que con el paso de los días se irán diluyendo.
Pero lo cierto que en esa noche o amanecer en que se dispararon los demonios en una esquina de una ciudad de relax y vacaciones, nadie escuchó hablar, gritar, pedir auxilio a FERNANDO, o, si lo escucharon, no intervinieron en el preciso momento en que corría hacia la muerte.

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JORGE EDUARDO NORO nació en la ciudad de Paraná, de la provincia de Entre Ríos, una de las más hermosas de la Argentina, aunque actualmente reside en la provincia de Buenos Aires.
Es profesor de Filosofía, Pedagogía y Letras, doctor en Ciencias de la Educación y está especializado en Filosofía.
Ha trabajado como docente con adolescentes durante cuarenta años y al mismo tiempo en la formación de profesores.
Con el paso del tiempo ingresó como profesor universitario y actualmente imparte seminarios de grado y potgrado en Argentina y otros países de América.
Ha publicado alrededor de quince libros y desde hace algunos años sus publicaciones están disponibles en diversos sitios web como AcademiaEdu, Calameo, Scribd y en su propio sitio web.
Dedica sus días a los seminarios que imparte, a participar como invitado en congresos y cursos, pero sobre todo a escribir mucho y a cuidar los árboles que ha plantado. Tiene dos hijos y un nieto, además de ser hincha del Racing.
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