
El dúo de exaltación de la familia y del patrioterismo folklorista y fascista, se cocina con un tercer ingrediente indispensable, el de la religión católica como la única verdadera y capaz de garantizar las esencias de la tradición. Una religión, cuya jerarquía apoyó resuelta y firmemente el “Nuevo Régimen” y con cuyo concurso hizo que sobreviviera durante casi cuarenta años. Así por ejemplo en nuestras escuelas y con carácter anual eran prácticas habituales todo tipo de conmemoraciones religiosas: “La Exaltación de la Cruz”; “El Domund”; “Cristo Rey”; “Todos los Santos”; “Los difuntos”; “San José de Calasanz”; “La Santa Infancia”; “San Juan Bosco”; “El Miércoles de Ceniza”; “Santo Tomás de Aquino”; “La Semana Santa”; “El Corpus Christi”; “El Sagrado Corazón”; “El mes de María”; “La Inmaculada Concepción”; “El Día del Seminario”; “El Día del Papa”; “La Primera Comunión”… además de prácticas religiosas como las oraciones a la entrada del Centro y a la entrada del aula; el Ángelus y el “Ave María”; las misas diarias, dominicales o en celebraciones, según el tipo de Centro; los ejercicios espirituales; los rosarios; los primeros viernes; las novenas; el catecismo y en suma todo un largo y laborioso complejo de actividades que violentaban nuestras conciencias inculcándonos dogmas con el rigor más solemne del Concilio de Trento, prácticas de las que era difícil escabullirse antes de 1968.
Este integrismo religioso, unido a la xenofobia nos llevará a nivel de teoría pedagógica a la reaccionaria utilización y a la manipulación más interesada y descarada de figuras como Luis Vives, Ignacio de Loyola, José de Calasanz o el mismo Padre Manjón, despreciando así todas las nuevas corrientes pedagógicas europeas representadas por Decroly, Dewey, Claparede, Cousinet, Montessori… que constituyeron la Escuela Nueva y que habían sido el fundamento de la mayor parte de la pedagogía republicana junto a la Institución Libre de Enseñanza.
A un Estado de excepción e ilegítimo y cuya estructura política está presidida por el poder personal absoluto de un “Generalísimo de los Ejércitos”, como fue la dictadura franquista, necesariamente le corresponde la propagación del autoritarismo en todas las esferas de la vida social: partido autoritario; sindicato autoritario; religión autoritaria; ayuntamiento autoritario; familia autoritaria; escuela autoritaria; conciencia autoritaria… Es sencillamente la traslación de la obediencia, el orden, la disciplina, la jerarquía, la subordinación y en general todos los valores asociados al militarismo teocrático al conjunto de la sociedad y particularmente a las instituciones educativas o formativas, a su organización, al curriculum y al aula.
Como testimonio de este “natural” autoritarismo “querido por dios”, vale la pena mostrar aquí algunos ejemplos de textos escolares obtenidos por Amando de Miguel:
En el franquismo, tanto las escuelas como los institutos, pasarán a convertirse en un cuartel en el que el papel de los alumnos tienen el rango de soldados, siendo los profesores y el resto de funcionarios de la escala administrativa los que se asimilarán a los suboficiales, oficiales, jefes y generales, modelo en el que el sistema de castigos (físicos y psicológicos) jugarán un papel esencial. A este respecto en un manual de pedagogía de 1941 escrito por Miguel Herrero García se dan los siguientes consejos:
2º) Los castigos deben seguir inmediatamente a los actos sancionables.
3º) No hay que ser blando, no desfallecer jamás en la sanción correspondiente» 3 Ref.DELVAL, J.A. (1976) Psicología y educación antes y después de la Guerra Civil. En Cuadernos de Pedagogía. Suplemento nº 3. Septiembre.
Por último, a este deleznable gazpacho ideológico no podía faltarle, como hemos comprobado en las citas anteriores, un agresivo toque de virilidad para completar el revoltijo y así nos encontramos con el sexismo o si se prefiere con el más rancio antifeminismo: la glorificación de los papeles masculinos heroicos; la desvalorización del papel social de la mujer; la separación de sexos; represión sexual… aspectos que vendrán a concretarse en las escuelas con maestras de niñas y maestros de niños que enseñarán materias y realizarán actividades escolares diferentes (“Las Labores”) acentuando así el papel subordinado de las mujeres respecto a los hombres.
Como muestra de los numerosos ejemplos que podemos encontrar del más descarado sexismo de esta negra etapa de violencia ideológica y psicológica institucionalizada, baste reseñar aquí algunos párrafos del excelente libro de Andrés Sopeña Monsalve “La Morena de la Copla” y del que entresacamos algunas de sus citas:
Del jesuita Enrique Herrera Horia:
Del inspector de Enseñanza Primaria Adolfo Maíllo:
Del jesuita Remigio Vilariño, arreglista del Catecismo Astete:

Referencia