Por Juan Miguel Batalloso Navas
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En esta ocasión no puedo evitar rendir un pequeño homenaje desde aquí a un tipo de música, que tanto a mí como a muchos jóvenes de mi generación, nos impulsó enormememente a una renovación generacional de costumbres, cultura y nuevas formas de concebir el mundo y la realidad. Me estoy refiriendo, claro está, a la revolución musical liderada en Europa Occidental por Los Beatles, un conjunto musical inglés que sin proponérselo, aglutinó con sus canciones a toda una generación de jóvenes ansiosos por vivir de otra manera y también por cambiar la sociedad y el mundo.
No creo que haya nadie que haya vivido la década de los sesenta siendo adolescente o joven, que no haya escuchado, cantado, bailado y disfrutado con la música de Los Beatles. De hecho todos los que vivimos en aquella época hemos construido de una u otra manera un imaginario ligado a aquellas músicas, que no solo eran de Los Beatles, sino de numerosos grupos nacionales e internacionales. Unas músicas que hacían las delicias de todos los descubrimientos, travesuras y apuestas en las que nos implicábamos y que al mismo tiempo nos animaban a ampliar nuestros espacios de libertad y en definitiva a escapar de todo aquella estrechez, conservadurismo y mojigatería del franquismo y del nacionalcatolicismo. De hecho, fueron tan importantes aquellas músicas para nuestro desarrollo personal, que muchas personas como yo, nos hemos quedado anclados a las mismas porque realmente sentimos que las músicas nacionales e internacionales de los 60′ y gran parte de los 70′ son realmente insuperables. Por eso las recordamos con nostalgia y emoción, porque con ellas volvemos a sentir que otro mundo es posible y que nada está perdido si ofrecemos nuestro corazón, como nos cantaba Mercedes Sosa en su inolvidable canción:
Todos aquellas músicas, que hoy forman parte de la memoria sentimental de los que estamos ya en los 70 años y que estoy seguro de que muchos las seguimos escuchando con sumo agrado, surgieron en realidad a finales de los 50, creciendo y desarrollándose en la primera mitad de los 60′ al calor de la contraculura estadounidense (el primer single de Los Beatles “Love me do” data de 1962) y finalmente se expandieron y multiplicaron por todo el mundo. Obviamente, no eran músicas de protesta y testimonio, era lo que se nombraba como “música pop” o “música ye-yé”, sin embargo fueron contribuyendo poco a poco a perfilar, gracias a la extraordinaria difusión de la radio y más tarde de la televisión un tipo de joven caracterizado por:
- Dar prioridad al disfrute, al placer, a la evasión y a diversas formas de hedonismo.
- Conceder un gran valor a la belleza corporal, a lo guapo, lo atractivo, la imagen y la presencia personal.
- El antiautoritarismo o el rechazo a cualquier tipo de autoridad, viniese de donde viniese.
- En mayor o menor medida se rechazaba el poder emanado de las jerarquías, cuestionándose así cualquier forma o expresión de burocracia o de delegación del poder.
- Comienza a producirse y a extenderse una desconfianza en las organizaciones e instituciones sociales tradicionales, como la familia, la iglesia, la escuela, sindicatos, partidos, etc.
- La reivindicación de autonomía y libertad, pero sobre todo de garantías para que la juventud fuese considerada social y legalmente un sujeto de derechos políticos y sociales.
- Ser desobediente, rebelde, crítico, radical, con iniciativa, auténtico, desinteresado, innovador, insumiso e independiente de la familia y de otras instituciones, con lo que la juventud pasa a ser considerada como portadora del cambio de la vida cotidiana e incluso como sujeto revolucionario junto a la clase obrera.
En definitiva, la juventud vendrá a constituirse como señala Hobsbawm,1 Ref.HOBSBAWM, E. (1996). Historia del siglo XX. Crítica. Barcelona. en el sujeto social que va a protagonizar una revolución cultural sin precedentes, en la que la exaltación del heroísmo mezclado también con un nivel de individualismo y de subjetivismo, se expresará en profundos anhelos de liberación social y de liberación personal que acabarán por convertirse treinta años más tarde en el individualismo desesperanzado de la postmodernidad.
En todo caso, en España, y a lo largo de toda la década, además del resurgir del movimiento obrero y la construcción cultural de un nuevo tipo de juventud, hubo otros factores sociales y culturales, tanto nacionales como internacionales, que hicieron posible que la juventud de los años sesenta y setenta del pasado siglo se atreviese a ser libre a pesar de las prescripciones y prohibiciones de las autoridades políticas, administrativas y religiosas del franquismo.
Como señala J.M. Lozano, 2 Ref.LOZANO, J.M. (1991) ¿De qué hablamos cuando hablamos de jóvenes?. Acabar con la obsesión juvenil. Lo puedes leer o descargar AQUÍ el cambio social se identifica con lo que hacen y con lo que dicen los jóvenes. Ya la juventud no podía considerarse como una etapa de transición para el futuro, el futuro se quiere hacer presente y hay que hacerlo ahora. No hay que esperar a mañana para materializar el cambio social y este cambio no debía ser sólo social, sino que debía afectar también a la vida cotidiana. En suma, un modelo antiautoritario, innovador, comprometido con lo social, utópico, que comenzará a quebrar a partir de la década de los setenta, aunque en nuestro país se retrasa casi diez años como consecuencia de las extraordinarias energías sociales gastadas en la lucha contra dictadura
Una nueva esperanza de cambio recorre el mundo: el impacto de la revolución cubana; la figura del Ché Guevara, héroe y místico de la revolución de los pobres que paga con su vida su apuesta radical; Martín Luther King, Premio Nobel de la Paz y padre de la lucha no-violenta contra la discriminación racial y un personaje eclesiástico, Juan XXIII, que con su atractiva personalidad y su figura de bondad y sencillez supo poner en marcha uno de los acontecimientos que más han influido en la cultura de cambio de la época: el Concilio Vaticano II.
En definitiva, desde que comenzaron a oírse los discos Los Beatles en aquellos radio transistores, que se popularizaron a lo largo de toda la década, sus canciones de los Beatles me acompañaron siempre. Recuerdo que mi padre se compró un pequeño transistor que venía forrado en cuero que me lo dejaba cuando en las tardes de los sábados y domingos me entretenía escuchándolo mientras me daba largos paseos en solitario por el campo. Y recuerdo también que una gran parte de las conversaciones que mantenía con mis amigos de aquella época versaban, tanto sobre los Beatles, como sobre los éxitos de la música inglesa y norteameriacana.
Ahora y después de pasado tanto tiempo, me doy cuenta, de que aquellas audiciones, a pesar de que no teníamos ni idea de inglés, no solamente eran un gozo y un placer que alegraba nuestros días, sino también y en cierta manera, una forma de escapar de aquella dictatorial y rancia atmósfera social. Fuimos muchos, los que por aquel entonces empezamos a dejarnos el pelo largo, como una forma de individualización identitaria de nuestros deseos instintivos de libertad. No obstante, todo aquello tuvo también el costo de aguantar la oposición frontal y sus consiguientes broncas, de muchos de nuestros padres. No en vano, en todos los medios de comunicación se propagaba la idea de que aquellos jóvenes del pelo largo éramos más o menos unos golfos que solamente pensábamos en bailar y divertirnos. Incluso se decía, que aquellas músicas eran un factor de corrupción y descomposición de la auténtica juventud española, algo que desde luego yo oía de mi padre en algunas ocasiones, amenazándome con que no me iba a dejar el transistor. Y aun así, aquellas músicas se abrieron paso en nuestras vidas y supusieron realmente un estímulo para interiorizar que otro pueblo, otro país y otro mundo era posible.
Bueno y llegado a este punto, quiero recordar también que mi conocimiento de toda aquella música nacional e internacional de moda en aquella época, se lo debo a un compañero de estudios con el compartí muchas noches en su casa preparando exámenes. Aunque en realidad, más que preparar exámenes, nos montábamos una sesiones de audición musical que combinadas con algunos tiempos de estudio, nos permitían disfrutar de unas veladas maravillosas en las que disfrutábamos enormemente. De aquel compañero y amigo de mi adolescencia, de cuando solo tenía 13 o 14 años, si no recuerdo mal, creo que su nombre es Pedro Gil García, lo único que sé, es que cuando yo me marché de Lebrija, él consiguió colocarse como administrativo en el Instituto Laboral en el que estudiamos juntos. Nunca más supe de él, pero tampoco nunca olvidaré todo lo que me enseñó, gracias a aquella pequeña radio de onda corta en la que escuchábamos emisoras inglesas, francesas y estadounidenses en las que sonaban los éxitos musicales de aquel tiempo. Aunque a decir a verdad, fue con él con quien un día descubrí la existencia de Radio Pirenaica que apareció por allí en el dial en una de nuestras búsquedas. Y desde luego, lo que nunca tampoco olvidaré, es que cuando llegaba la mañana y nuestro estómago estaba pidiendo ya un gran desayuno antes de irnos juntos al Instituto, Pedro me llevaba al puesto de churros que su madre tenía en la parada del autobús “Los Amarillos“, algo que desde luego me impresionaba siempre, porque su generosidad y la de su madre no tenían límites.
Fue gracias a Pedro y a su radio de onda corta como escuché por vez primera a los Beatles cuya carrera de éxitos a partir de 1962 fue absolutamente meteórica, por eso se convirtieron para casi todos los jóvenes de mi tiempo en un referente de modernidad, un nuevo estilo de vida y sobre todo unas ganas inmensas de disfrutar en libertad de todos nuestras posibilidades. Nada pues estaba perdido y todo un universo de esperanza se abría ante nosotros a pesar de que muchos jóvenes sufrieron un tremendo y brutal castigo por atreverse a formar parte de la lucha contra la dictadura, pero lo cierto fue que esta música pop o de rock, internacional y nacional, fue una pequeña tabla de salvación ante tanta mojigatería costumbrista y nacionalcatólica que propagaba la dictadura y la Iglesia un día sí, otro no y el de en medio también. Así que vivan los Beatles por toda la eternidad.
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Localmente, participa y trabaja en la Asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática” En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.
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