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POR UNA ESCUELA SOLIDARIA. Más allá de la sensibilización
Por Juan Miguel Batalloso Navas
Es evidente que la construcción, el crecimiento y el desarrollo de una escuela o una institución educativa solidaria no es algo que pueda surgir del vacío o de un punto cero inicial, sencillamente porque nada hay de nuevo que no haya emergido o no se haya basado o condicionado por lo viejo, pero también porque en las escuelas que conocemos hoy existen realmente semillas y realizaciones concretas fundadas en la cooperación, la colaboración y la solidaridad que deben ser aprovechadas, estimuladas y ampliadas.
Es de sentido común, que en una escuela que pretenda ser solidaria, no pueden rechazarse las actividades de sensibilización ante problemas e injusticias externas a la escuela, por el contrario, pueden y deben incluso promoverse con mayor intensidad y continuidad si cabe. Sin embargo, no es ésta su razón de ser, ni tampoco su metodología fundamental. En una escuela solidaria, los objetivos y actividades educativas no consisten en conmover, emocionar, apreciar, interpretar o ver la realidad desde una atalaya o un refugio puramente sentimental. En una escuela solidaria no es necesario predicar ni publicitar, sencillamente porque es la solidaridad misma, su práctica continua en todas las estructuras y actividades de la escuela la que la visibiliza.
La práctica de la solidaridad en las escuelas, obviamente afecta en primer lugar a la conducta y al compromiso del alumnado, profesorado y familias, que necesariamente tiene que estar vinculado mediante la construcción colectiva de un proyecto educativo común elaborado y desarrollado colectivamente. Y esto exige de las escuelas una visión completamente diferente de la que actualmente tenemos.
Hoy concebimos las escuelas simplemente como lugares de estudio y aprendizaje a partir de libros, lectura, estudio, explicaciones de los profesores y por supuesto pruebas y exámenes que deben ser superadas para obtener acreditaciones. En este modelo, lo que opera es el esfuerzo individual, lo que realmente se promueve es el individualismo con el fin de situarse en los lugares más altos de la selección y de las calificaciones. En una Escuela Solidaria, por el contrario, lo fundamental no es la infatigable lucha por los primeros puestos del ranking escolar, sino el esfuerzo por la extensión de la cooperación y la ayuda con el fin de que cada alumno en particular y con la singularidad de sus características, pueda adquirir las competencias básicas de aprendizaje establecidas o las metas que el propio grupo de alumnos o la escuela como comunidad haya decidido. Para esto desde luego, no sería necesario hacer grandes cambios de infraestructura y recursos, sino sencillamente buscar sistemas y metodologías cooperativas y de responsabilidad compartida en las aulas, que pueden conocerse y aplicarse con facilidad. Pero aun así y pensando solamente en el alumnado, esto no sería suficiente.
Aplicar metodologías colaborativas y cooperativas en las aulas y en todos los organismos y dependencias de una escuela, algo por cierto que no está ni mucho menos generalizado en la actualidad, dado que en nuestras escuelas sigue primando el individualismo, es indudablemente una condición indispensable y básica, aunque también insuficiente. Una Escuela Solidaria, es por tanto la que hace, practica, trabaja, enseña, aprende y actúa con solidaridad, aunque también con responsabilidad. Una Escuela Solidaria es aquella que desde el primer momento del ingreso de los alumnos en sus instalaciones, ya sean únicas o repartidas en diversos espacios y establecimientos, hace posible que cada uno de ellos asuma una responsabilidad y un compromiso concreto de acción en favor de sus compañeros, de la comunidad escolar o de la comunidad local, siempre claro está, en función de las características y el nivel de desarrollo de cada uno.
Las escuelas solidarias, no son aquellas que dan todo hecho, preparado y cocinado de antemano a sus alumnos y profesores para que estos consuman y distribuyan conocimientos empaquetados curricularmente sin ofrecer nada a cambio de su propio esfuerzo y cosecha personal. No son pues escuelas de receptividad, de pasividad o de obediencia, sino escuelas de muchísima actividad en todos los órdenes, para cuya realización se requiere el concurso de todos y cada una de las personas que participan en ella, ya sean padres, madres, profesorado, directivos, agentes de la administración, alumnos o personas de la comunidad. Pero al decir de muchísima actividad, no estamos hablando exclusivamente de los procesos de aprendizaje que se desarrollan en las aulas, sino de todas las actividades y recursos que son necesarios poner en juego para que la escuela funcione. Las escuelas solidarias son pues y al mismo tiempo escuelas de responsabilidad.
Pongamos por ejemplo la necesidad del mantenimiento, el orden y la higiene de las aulas y determinadas instalaciones que pueden ser perfectamente asumidas por la totalidad del alumnado. O por ejemplo también, el trabajo inherente necesario para que determinados servicios como el comedor, la biblioteca, el gimnasio estén disponibles y funcionen cooperativa, solidaria y responsablemente. Son pues numerosísimas las posibilidades que un centro escolar brinda, para que familias, alumnado, profesorado y todos los profesionales que trabajan en el mismo, se responsabilicen y cooperen en un proyecto educativo que todos participan y construyen. La razón es obvia: si se desaprovechan estas oportunidades, estamos contribuyendo en mayor o en menor medida a la infantilización y a la dependencia, negando así las posibilidades de autonomía, creatividad y solidaridad. Por tanto, las escuelas solidarias son aquellas que combinan por lo menos cuatro tipo de trabajos o actividades: manuales, intelectuales, individuales y sociales. En gran medida se trata de escuelas autónomas y al mismo tiempo interdependientes, en las que se ofrece, se regala y se intercambia tiempo, talento, recursos, capacidades, inteligencia, creatividad, afectos, amistad y fraternidad.
Juan Miguel Batalloso Navas, es Maestro de Educación Primaria y Orientador Escolar jubilado, además de doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Sevilla, -España–.
Ha ejercido la profesión docente durante 30 años, desarrollando funciones como maestro de escuela, director escolar, orientador de Secundaria y formador de profesores.
Ha impartido numerosos cursos de Formación del Profesorado, así como Conferencias en España, Brasil, México, Perú, Chile y Portugal. También ha publicado diversos libros y artículos sobre temas educativos.
Ha sido miembro del Grupo de Investigación ECOTRANSD de la Universidad Católica de Brasilia y pertenece al Consejo Académico Internacional de UNIVERSITAS NUEVA CIVILIZACIÓN, donde ofreció el Curso e-learning: ‘Orientación Educativa y Vocacional’.
En la actualidad, casi todo su tiempo libre lo dedica a la lectura, escritura y administración del sitio KRISIS cuya temática general está centrada también en temas educativos y transdisciplinares. Su curriculum completo lo puedes ver AQUÍ.
Referencia
Una escuela solidaria es aquella que fomenta la cooperación, la colaboración y la solidaridad entre los alumnos, el profesorado y los padres; porque es la única forma de que los alumnos se integren en la sociedad con esos valores.